Si no sabemos por qué ha ocurrido, puede ocurrir de nuevo mañana mismo. Ésa es la cruel conclusión que arroja el shock sistémico del apagón. Somos víctimas propicias de una antigua maldición: lo de que lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Otra vez. Y lo peor de todo es que, casi 48 horas después, nadie sabe por qué se fue la luz y la cobertura. O nadie dice lo que realmente sabe, cosa que sería peor aún. @elmundo