La erupción en 1815 del Monte Tambora, ubicado en la actual Indonesia, fue la más grande en miles de años. Fue tan devastadora que mató a unas 90.000 personas y envió enormes columnas de ceniza a la atmósfera. Estas, a su vez, reflejaron suficiente radiación solar de la superficie del planeta para bajar las temperaturas globales y alterar el clima. El efecto inmediato al fenómeno no parecía grave, pero la primavera y el verano siguientes se convirtieron en un desastre mundial.
“La erupción inyectó una gran cantidad de dióxido de azufre en la estratosfera, que se extendió rápidamente por todo el mundo, oxidándose para formar aerosoles de sulfato. Estos aerosoles volcánicos reducen la radiación neta de onda corta y provocan un enfriamiento superficial generalizado y duradero. También conducen a una reducción de las precipitaciones, humedecen algunas regiones secas y provocan cambios climáticos”, explicaba Andrew Schurer, investigador de la Facultad de Geociencias de la Universidad de Edimburgo en este estudio. @xataka
Enviado por Rubén.