“Ríe cada día”. Lo dice un letrero que Gonzalo Martínez tiene colgado en la caravana donde vive y él tiene pinta de cumplirlo a rajatabla o al menos intentarlo. No siempre lo ha conseguido. Tras divorciarse, le costó “un poco” adaptarse a esta nueva etapa, pero no por las reducidas dimensiones de su peculiar hogar. “Echaba de menos a los hijos, aunque puedo ir a verlos cuando quiera”, aclara.
A sus 54 años, este repartidor leonés empadronado en Bilbao ha emprendido una nueva ruta, la de sobreponerse a las circunstancias. “Tal y como están las cosas, divorciado, me resultaba inviable meterme en un piso. Estoy trabajando con contrato fijo, pero para pagar todos los gastos que conlleva ahora mismo la manutención de los hijos… es complicado. Así por lo menos me aseguro de que a lo que no le va a faltar nada es a la pensión de ellos, que es lo más importante”, cuenta, finalizada la jornada laboral, en un día soleado que se presta, con la naturaleza a dos pasos, a las bermudas, la manga corta y las chanclas. @deia