Varios investigadores empezaron a aportar pruebas a esta teoría a finales del siglo XX, tras estudiar el material (aunque no estoy seguro de la fecha exacta del primer estudio). En la década de 1990 ya se escribieron varios artículos al respecto. «The Riddle of Ancient Roman Concrete», de David Moore, de 1995, es el que creo recordar como el más disponible, y su estudio se basa en experimentos realizados en 1987 durante la construcción de una presa en Utah. Moore afirma que los romanos utilizaban sobre todo masilla de cal hidratada, ceniza volcánica (puzolana) y pequeñas rocas para crear su versión del hormigón. ¿Por qué sobrevive mucho mejor que el hormigón moderno cuando entra en contacto con el agua salada? Para dar una respuesta sencilla, la sal reacciona con la ceniza volcánica y la cal viva para crear una forma de cristal muy resistente. Cuando el agua de mar penetra en cualquier pequeña grieta que se forme en el hormigón, no hace más que reforzarlo a través de las formaciones cristalinas. @RestauratorOrbis