Nada más bajarse del coche, el hombre reconoció la culpa y les dijo «Lo siento mucho. Asumo toda la responsabilidad y mi seguro lo cubrirá todo».
Lo que a priori debía solucionarse con un parte amistoso de accidente de tráfico se complicó por la actitud de los dos ocupantes del Renault Clio. Nada más salir los dos jóvenes comenzaron a proferir todo tipo de insultos, amenazas y descalificaciones a la víctima. Ambos estaban muy nerviosos y alterados. «Ahora tienes que pagar la reparación. Nada de seguros, lo vas a pagar ahora y en dinero en efectivo o te arrepentirás».
Tras varios minutos de gritos y coacciones, uno de los jóvenes se subió en el coche de la víctima y le obligó a que le acompañara en contra de su voluntad. El conductor, era consciente de que le estaban secuestrando y que para conseguir ser liberado tendría que pagar una importante cantidad de dinero. A pesar de ello, no tuvo más remedio que cumplir con las indicaciones de su ‘secuestradores’. Acto seguido, condujeron los vehículos hasta un taller mecánico, ubicado en la calle Manuel Azaña de Palma. Una vez allí, los dos jóvenes hablaron con el responsable del taller y éste coincidió con ellos en que la víctima debía abonar 1.000 euros por la reparación. Al negarse y reclamar que fuera el seguro del vehículo el que se hiciera cargo, los dos varones de etnia gitana comenzaron a increparle y amenazarle, llegando a cogerle del brazo, zarandeándole y propinándole empujones.
En un momento de descuido, el conductor logró salir corriendo y refugiarse en un bar desde donde llamaron a la policía. Finalmente, ambos fueron detenidos y el juez envió a uno de ellos a la cárcel.
Concentración gitana en la puerta de la Jefatura de la Policía Nacional
Nada más producirse el arresto de los dos jóvenes por un presunto delito de detención ilegal, coacciones y amenazas, los familiares de los detenidos se concentraron en la puerta de la Jefatura Superior de Policía. Durante varias horas, se fueron agolpando familiares llegando a producirse una concentración gitana en los alrededores de la calle Simó Ballester. Algunos de ellos no llevaban mascarilla, no cesaban de gritar, los niños correteando por las aceras y realizaron corrillos para comer y merendar. Finalmente, varias unidades policiales tuvieron que acudir y dispersarlos. El enfado fue mayúsculo cuando conocieron la decisión judicial.
@ultimahora enviado por Buran1942.