«Euatlo era un joven sin recursos económicos que deseaba estudiar con Protágoras con la idea de dedicarse a la abogacía. Protágoras, que apreciaba la inteligencia del joven, le propuso que asistiera a sus clases y que una vez ganara su primer pleito ejerciendo de abogado, le abonara sus honorarios. El joven estuvo de acuerdo en el arreglo. Euatlo, efectivamente, asistió a todas las lecciones pero, cuando acabó su formación, anunció que finalmente no se iba a dedicar a la abogacía, sino a la política, y que, por tanto, no estaba en obligación de pagar sus honorarios, pues jamás ganaría un pleito. Protágoras amenazó al estudiante con un pleito y el joven argumentó:
– Si vamos a juicio, Protágoras, y yo gano, por este mandamiento judicial, no te tendré que pagar; si pierdo, dado que aún no habré ganado mi primer pleito, y esta era nuestra condición, tampoco tendré que pagar. Así, pues, Protágoras, no te conviene ir a juicio: seguro que lo perderás.
A lo que Protágoras replicó:
– Si vamos a juicio, Evatlo, y yo gano, por este mandamiento judicial, me habrás de pagar; si pierdo, tú habrás ganado tu primer pleito y por razón de nuestro antiguo pacto, me habrás de pagar.»
La movida es que muchas veces SÍ hay una sola visión correcta del asunto… y este caso no es una excepción.
Se da por hecho de que sí Protágoras demandase a Evatlo, éste actuaría como abogado en su propia defensa y, por tanto, de ganar, ganaría se primer juicio como abogado, pero podría no ser así. Encargar la defensa a otro de manera que, de ganar Evatlo, no tendría que pagarle ya que no habría ganado su primer juicio como abogado, y de perder, como todavía no había ejercido como abogado, podría declararse insolvente. No quedan muy claros los términos del contrato.