“Con mucho reparo, tuve que contratar a un hombre” dice Pilar Ballesteros, directora de una escuela infantil, sobre la ocasión en la que tuvo que incorporar a un profesor a su plantilla por urgencia e imposibilidad de encontrar a otra persona. Su postura es hoy otra, pero, durante años, apartó sistemáticamente las candidaturas de maestros que querían trabajar en su escuela: “Los currículums que llegaban, yo los rechazaba”. De no haber sido por la inminencia con la que tuvo que contratar a aquel chico —hijo de una conocida y, por tanto, de mayor confianza— y la buena acogida que tuvo, no habría cambiado su visión. Hoy, ha dejado atrás ese criterio, pero explica abiertamente que el rechazo y temor de las familias eran el motivo por el que lo hacía. @cadenaser