La primera relación que suele hacerse tiene que ver con la piel. El frío, la lluvia y, sobre todo, el viento, afectan a la piel de muchas personas, haciendo que los labios, la nariz y las manos se “pelen”. Sin embargo, aunque esta hipótesis parece muy plausible, la expresión “hace un frío que pela” tiene un origen muy distinto.
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