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Pilar quiso vender su casa de Vic, en Barcelona. Había conseguido plaza fija en un ambulatorio de Reus y dejó que una agencia la enseñara a unos posibles compradores: “llegó el okupa, empujó a todo el mundo, se sentó en el sofá y dijo que no se iba“
Ha sido sin esperármelo, la entrevista con la que más me he reído este año.
Por cierto, cumplió su palabra. Mis dieses.