Antes de que llegasen los soportes digitales, como el CD, el mundo de la música usaba la cinta de Cassette, que convivía con el más maduro pero cada vez menos utilizado disco de vinilo. Este soporte tenía muchas ventajas, entre ellas el tamaño, pero también tenía un inconveniente: para aumentar la duración de las cintas, se grababa en dos caras, y había que darles la vuelta para escuchar la cara B.
Las marcas de reproductores quisieron automatizar este paso para que el consumidor no tuviera que ver interrumpida su sesión musical, y con esa necesidad surgieron distintas tecnologías, algunas de lo más curiosas.