Los árbitros suelen chequear las manos de los lanzadores en busca de materiales pegajosos o cualquier otra cosa que les dé ventaja a la hora de lanzar la bola. Hasta aquí todo normal. Lo que pasa en este caso es que el árbitro actúa de una forma un tanto inquietante. Normalmente miran la mano durante un par de segundos, la palpan, y hasta luego. En este caso el notas se pone a masajear la mano mientras mira fijamente al lanzador.
La “masculinidad frágil” hace el resto.