Amoto, arradio, afoto…

Amoto, arradio, afoto...

¿Habéis oído alguna vez a alguien decir palabras como amoto, afoto o arradio, sobre todo a personas mayores? Pues tienen un origen bastante lógico y curioso…

El origen más posible de estos vulgarismos puede remontarse a finales del siglo xix, cuando empezaron a llegar a las localidades españolas una especie de bicicletas muy especiales que producían mucho ruido, expulsaban humo e iban a mayor velocidad que las convencionales sin tener que pedalear. Sin duda, los lugareños, boquiabiertos, tuvieron que haberse preguntado qué sería aquello.

Al preguntarle al listo del pueblo, seguramente oyeron la secuencia /unamoto/. Así, aquellos señores, muy asombrados por aquel nuevo artefacto, al encontrarse con sus vecinos les contaron la novedad del día: «¿Has visto el amoto que ha pasado por el pueblo?». Quienes acababan de descubrir el invento ignoraban su nombre y, desde luego, su escritura; así que su conciencia lingüística obró por deducción automática y les dijo que si aquella palabra terminaba en o, tendría que ser masculina. Por ello, interpretaron la secuencia /unamoto/ como un amoto en lugar de una moto. Lo mismo ocurrió cuando nuestros lugareños escucharon por primera vez /unarradio/ y /unafoto/.

¿Por qué entonces esas palabras son femeninas si terminan en o? Porque son acortamientos de las palabras femeninas motocicleta; radiodifusión y fotografía. @enfermedadtextual

Mi abuela:

Amoto, arradio, afoto...