Es fácil colarse aunque no se viva allí: basta esperar a que entre algún repartidor —el tránsito de motos de Glovo y Just Eat es constante— y pasar detrás de él. La entrada se hace por dos grandes puertas correderas de cristal. A la izquierda hay una maqueta del inmueble, un logotipo de la empresa propietaria (Bext Skyline) y el eslogan «Elige vivir con libertad». Este recibidor desemboca en un enorme vestíbulo con algunos asientos, una lámpara escultórica que cae del techo y un mostrador de fondo. Lo normal es que haya un conserje de uniforme, pero a veces hace ronda por el edificio y no está. «Hay tres conserjes. Cada uno hace un turno», explican dos inquilinas, brasileña e inglesa, en la puerta. «Pero el edificio es muy grande, quizá harían falta más». @epe