He visto chavales salir bien con ambas educaciones, y salir mal también. Creo que la clave es el equilibrio y saber cuándo debes utilizar recursos extraordinarios.
El crío tiene que entender que existen ciertos límites que no se pueden rebasar. Hay quien dice que existen métodos para marcar esos límites sin tener que llegar nunca a la violencia, pero me parece demasiado utópico pensar que todo el mundo es capaz de ser “ingeniero sin estudiar”. Igual que la policía a veces tiene que ejercer ciertos niveles de violencia para atajar situaciones que lo exigen, los críos tienen que saber que si tensan demasiado la cuerda, se puede romper, y cuando se rompe, te da en la cara. Le puedes decir a los policías que siempre habrá una vía no-agresiva, dialogante, para acabar con cualquier conflicto, y ellos… se reirán en tu cara. Y sin salir del símil: si abusas de la violencia, se convertirá en algo contraproducente, ya que la violencia llama a la violencia, por eso debe ser en todo caso excepcional.
Lo ideal es ser un compendio de virtudes, un educador perfecto, un supernani de la vida, y que además tu hijo sea más o menos tranquilo y obediente. Pero si eres una persona normal, y tu hijo te sale “movidito”, como no le marques líneas rojas se convertirá en un tirano. Creo que también estaría bien que los ayuntamientos dieran cursos gratuitos de “cómo ser padre”, para dar mecanismos educacionales no-violentos a los progenitores y que puedan usarlos evitando así el autoritarismo en la medida de lo posible. Porque mucho aprender los ríos de España, pero nadie tiene una mínima formación de algo tan importante como educar a un hijo en sociedad.
Por cierto, Basurto es el que hundió la esperansa de los que decían que una copa de vino al día no hacía daño.