Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio.

Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio.

Esta es la historia de Centralia: un día de 1979, John Coddington, dueño de la estación de servicio de Centralia, introdujo un termómetro en uno de sus tanques subterráneos para verificar la temperatura del combustible.

Al cabo de un minuto, subió el aparato y miró al indicador: la temperatura de la gasolina era de CASI 80 GRADOS.

Algo grave, algo muy grave estaba pasando bajo el suelo de ese rincón de Pensilvania.

Centralia se fundó en 1866, cuando unos viajantes encontraron carbón en la zona. Al poco, la minería hizo del pueblo un lugar próspero al que llegaban varios caminos; entre ellos la que conectaba con Sunbury, capital del condado, y con la carretera de Harrisburg a Nueva York. La extracción del mineral mantuvo al pueblo en una existencia tranquila y próspera durante más de medio siglo.

Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio.

Sin embargo, tras el final de la 2ª Guerra Mundial, la explosión de la clase media urbana, unida a que las necesidades energéticas del país se estaban desplazando del carbón al petróleo, hizo que la minería privada fuese cada vez menos productiva.

El declive hizo que, para el año 1960, el coste de intentar sacar el mineral superase a los beneficios de su venta, así que las pocas compañías que quedaban clausuraron oficialmente las minas y se marcharon del pueblo.
En Centralia quedaban 1400 personas.

Sin embargo, aunque la minería legal había desaparecido, cientos de mineros furtivos seguían agujereando el subsuelo de Centralia y acumulando desperdicios y escombros que tiraban en el vertedero local.

Entonces llegó el 27 de mayo de 1962. Y Centralia abrió la puerta del infierno.

El ayuntamiento había contratado a un grupo de bomberos procedentes de la vecina Frackville y les encargó que limpiaran el vertedero. Los bomberos, tal y como habían hecho siempre, iniciaron un incendio provocado y redujeron la mayor parte de la basura a cenizas.

No se sabe qué pasó exactamente pero, aunque el incendio nunca llegó a extenderse a la superficie, algunos de los restos aún candentes entraron en contacto con una veta de antracita. Y la antracita entró en combustión. Y ya no paró

Cuando John Coddington sacó el termómetro de su tanque de gasolina, el fuego subterráneo de Centralia llevaba ardiendo DIECISIETE AÑOS. Y NADIE SE HABÍA DADO CUENTA.

Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio.

Coddington avisó a la alcaldía y al sheriff y estos concluyeron que, efectivamente, en las minas abandonadas había un incendio de combustión lenta sin llama, pero que no suponía un riesgo real para los habitantes del pueblo. Así, el pueblo no tuvo mayores sobresaltos hasta que, en 1981, un socavón se abrió repentinamente en el patio trasero de los Domboski cuando su hijo Todd, de doce años, jugaba allí.

El agujero tenía algo más de un metro de ancho pero su profundidad superaba los cuarenta y cinco metros.
Era un pozo hacia el infierno.

Pese a qué pasó más de una hora agarrado a un saliente respirando aire sobrecargado con monóxido de carbono, Todd pudo ser rescatado. En cambio, Centralia se condenó para siempre. Años de excavaciones ilegales habían seguido vaciando paulatinamente el interior de la tierra y la superficie ahora apenas era una cáscara frágil e inestable.

Poco a poco aparecieron más y más grietas y socavones. Centralia se cubría paulatinamente de heridas abiertas en la piel y en la historia del pueblo y por la que se escapaban columnas de neblina tóxica.

60 años después, Centralia se ha convertido en un territorio fantasmal. Un lugar ahogado en niebla donde apenas resisten un puñado de casas y una iglesia.

Porque el incendio aún sigue activo. Después de 60 años, las cientos de galerías subterráneas bajo Centralia siguen ardiendo a más de 500 ºC.

Un incendio que no se puede extinguir porque nadie se atreve a entrar, y que nadie sabe realmente cuándo va a parar.

Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio.

Algunas fotos más de Centralia, incluido Todd Dombowski y el socavón por donde casi cae al infierno.

Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio. Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio. Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio. Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio.

El videojuego Silent Hill no se inspiró en Centralia, pero la película de 2006 sí que tomo imágenes del pueblo que luego usarían como referencia para la peli. Y se han hecho montajes y pintadas para rememorarlo.

Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio. Hay un pueblo construido sobre el infierno. Su subsuelo expulsa nubes de gas tóxico y la temperatura del interior supera los 500 ºC porque lleva ardiendo desde hace 60 años, y nadie sabe cómo apagar el incendio.

@Pedro_Torrijos enviado por LaChicaDel2cv.

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