Incluso hoy en día superar la barrera de las 200 millas/hora (320 km/h) sigue siendo algo que pocos pueden decir que han conseguido y menos con un vehículo que no sea un hiperdeportivo de varios millones de euros. Neil Thompson lo consiguió en 1966 y casi rozó las 300 millas/hora con aquel artefacto que el mismo construyó a partir del chasis de un Studebaker de 1953 con el aerodinámico morro de un Corvette. Ese engendro mutante tenía cuatro salidas de escape debajo de cada puerta, una incontable cantidad de ranuras en las aletas traseras y un orificio trasero para el despliegue de un paracaídas para ayudar a detener este monstruo que llegó a las 290 millas/hora, unos 466 km/h en 1966. @caranddriver