Durante la batalla del Ebro, en el verano de 1938, tras un bombardeo aéreo en Corbera de Ebro (Tarragona), una de las bombas fue a estallar en el depósito de agua del pueblo, creando una riada que arrastró a uno de los niños del lugar, Manuel Álvarez, que tenía 11 años. Sus padres lo habían enviado allí, un pueblo de 2.000 habitantes, con sus tíos, para que estuviese a salvo de los bombardeos a las grandes ciudades.
Uno de los brigadistas del batallón Mackenzie-Papineau estaba allí, lo rescató y se lo llevó herido a un hospital de sangre improvisado en una bodega, donde lo atendieron. El soldado solo sabía decir dos palabras en español: “Yo canadiense”. Allí estaba Alec Wainman, que viajaba con la Unidad Médico Británica y su cámara Leica, para inmortalizar el momento.
Ese acontecimiento marcó al niño Manuel Álvarez para siempre. Su padre buscó al soldado que había salvado a su hijo, para darle las gracias, sin éxito. Y esa obsesión fue heredada por el hijo, que siendo ya adulto, fijó su residencia en Canadá para que le fuese más fácil la búsqueda.
Contactó con grupos de excombatientes, montó un próspero negocio de venta de coches en Vancouver. Y en 1978 lo localizó. Se llamaba Jimmy Higgins. Cuando fue a su casa a conocerlo, habían pasado 40 años de aquella batalla. Más tarde Manuel escribió un libro narrando estos acontecimientos, El soldado alto.
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