La historia fue tal que así. El dueño de la colección, junto con diversos familiares, asistieron al funeral de su abuela. Sus primos dejaron en casa de la “víctima” a su hijo de nueve años, aunque en principio no le preocupaba que pudiese parecer nada. Para su desgracia, cuando regresó, se encontró con que la cerradura de la puerta había sido destrozada… junto con su colección.
Es más, explican que, finalmente, le pagaron 4.000.000 de yenes. Al cambio, unos 35.000 dólares. Es decir, 31.000 euros. Ah, y al niño le castigaron durante años sin celebrar cumpleaños, Navidades, etc. @marca
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