“Cada vez veía menos y menos a los jugadores. Estaba seguro de que dominábamos el partido pero me parecía obvio que no habíamos hecho un gol, porque mis compañeros hubieran vuelto a sus posiciones de defensa y yo habría visto a alguno de ellos. Tampoco se escucharon gritos de festejo”, relató el jugador años más tarde.
Después de un rato Sam se extrañó, ninguna jugada llegaba a su portería pero él se mantuvo bajo los palos. De repente, de la densa corina de niebla salió un hombre uniformado, era un policía. “Hace quince minutos que han suspendido el partido. ¡El estadio está totalmente vacío!”, le explicó. Entonces, lógicamente, Bartram regresó al vestuario; donde todos comenzaron a mofarse de él por lo ocurrido. Sam era sí, un hombre que jamás abandonaría ni su puesto ni a su equipo. @larazon