Siendo joven, tonto y al estar poco ebrio, uno de ellos sugirió, como desafío, que Sam se tragara la babosa, y lo hizo.
Un tiempo después, Sam comenzó a quejarse de dolores y molestias e informó a sus padres de su acto imprudente, que ellos descartaron como irrelevante.
La triste verdad es que la babosa portaba la enfermedad del gusano pulmonar de la rata, un parásito llamado Angiostronjilus. Depositado en las heces de una rata infectada, la babosa lo recogió y finalmente pasó al pobre de Sam.
El parásito se abrió camino a través del sistema de su huésped, llegó al cerebro y provocó una inflamación que indujo un coma que duró más de 400 días.
Al despertar, estaba completamente paralizado y dependía de cuidados las 24 horas del día para poder seguir vivo. Finalmente sucumbió a su condición y falleció en 2018.
Es una historia real, así que si veis una babosa no os la traguéis…