Cuarta razón:
Saber analizar los argumentos del oponente y, concretamente, aprender a etiquetar argumentos falaces enriquece la propia capacidad argumentativa y favorece la investigación de las deficiencias de las propias creencias, haciéndonos así menos vulnerables a los ataques del oponente y proporcionándonos instrumentos para revisar, refinar o incluso abandonar algunas tesis propias deficientes (efecto de retroalimentación). De hecho, cuando se acepta como razonable un argumento falaz no se es simplemente una víctima, sino que también se es cómplice: tenemos la responsabilidad epistémica de evaluar bien un argumento. @filosofiaeconomia