Icefin, el robot autónomo submarino, está diseñado para llegar a donde ningún ser humano puede. Nadando frente a la costa de la Antártida y bajo 60 metros de hielo, la máquina con forma de torpedo desciende a través de un pozo que fue perforado con agua caliente, toma lecturas y hasta videos de la vulnerable parte inferior del glaciar Thwaites. Este trozo de hielo, mayor que Nicaragua y algo más pequeño que Uruguay, también se conoce como el Glaciar del Juicio Final, y tiene ese alias por una buena razón. El Thwaites se está deteriorando rápidamente, y si se derrumba, el nivel global del mar podría subir más de 30 cm. Además, su muerte podría arrastrar a los glaciares circundantes, lo que añadiría otros tres metros a la subida del nivel del mar. @wired