[…] Ese tipo de ingenio estaba diseñado para que los pilotos derribados encontraran un refugio aceptablemente confortable que les permitiera sobrevivir hasta su rescate, de ahí que contaran con un equipamiento ad hoc como botiquín, agua potable, comida, cocina, estufa, ropa y mantas. También disponía de una radio y tenía capacidad para seis personas. […]
[…] Los náufragos que vislumbraban entre las olas el llamativo color de la boya (amarillo, igual que la ASR, pero añadiendo emblemas de la Cruz Roja), podían nadar hasta allí, comprobar el sentido de la corriente gracias a unas cintas de un centenar de metros con flotadores que estaban sujetas al artilugio, agarrarse a unas barandillas para subir y abrir la puerta de acceso. Entonces llegaba el final de sus penurias. Y es que, dentro, encontraban equipo de primeros auxilios, dos pares de literas superpuestas, ropa seca, una estufa, una pistola de bengalas, un transmisor, cigarrillos, coñac, juegos de mesa para entretenerse, herramientas para taponar los posibles agujeros de bala y una bomba de agua por si había filtraciones. […]
[…] Las provisiones, que incluían veinticinco litros de agua potable, duraban cuatro días y debían ser repuestas por los rescatadores, que no se demoraban mucho porque las boyas estaban ancladas al fondo en puntos fijos, así que podían revisarse a diario. Para facilitar la llegada hasta el barco o hidroavión que acudiese, incluso había un bote salvavidas hinchable. Gracias a todo ello, muchos aviadores lograron sobrevivir. […] [labrujulaverde]