No aplaudáis a Irantzu, ser ridícula es su trabajo.
Ni con un puntero láser atado a un palo colgado de un drone cuyo mando está operado por un sistema de poleas asociado a un actuador remoto controlado por voz de loquendo que narra texto escrito en un teclado en pantalla con un ratón movido por un loro amaestrado a las órdenes de un testaferro ciego que jamás me vio la cara.