En diciembre de 2017, durante el juicio contra Maya Amaya –nacido en Bruselas hace 59 años y de ascendencia gitana–, él mismo reconoció haber adoctrinado a jóvenes que incluso estuvieron alojados en su vivienda y posteriormente viajaron a Libia y otras zonas de conflicto para hacer la yihad.
La sentencia de la Audiencia Nacional de 2018 confirmó que había constituido «una de las mayores redes de captación y envío de radicales para su incorporación a organizaciones» y que tenía un campamento de entrenamiento en la ciudad de Melilla para enviar a los combatientes a zonas de conflicto. @abc
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