Y, una vez más, hubo señales que precedieron al ataque criminal: amenazas, ruptura con las instituciones que le podían someter a control y acoso en aumento a Fátima y a su hija mayor, de 13 años, que sigue luchando por su vida -se encuentra estable, dentro de la gravedad– en un hospital de València tras caer al vacío cuando huía de su padre en el momento en que degoIIaba a su madre.