La identificación también se moldeaba en cuanto al antagonismo con la otra tribu social predominante de la época –y de todas las épocas–, los pijos. “Tenías que dejar claro de qué equipo eras: o malote o niño de papá, no había mucho espectro. Las marcas eran la forma de reconocer de un vistazo si iban contigo o contra ti. Fue un tiempo de muchas peleas en fiestas, mucha confrontación… y también de desinhibición”, aclara la diseñadora. De ahí que los logos y los estampados (diablos amenazantes, rottweilers rabiosos o fantasmas con pinta de espermatozoides) tuvieran una especial presencia en las prendas. Ellos tiraban de chándal monocolor, mejor si era blanco y estaba firmado por Nike. Ellas dejaban el tanga flúor a la vista y medían su nivel de ‘malotismo’ en función del tamaño de la campana del pantalón. @elpais
Hola Mar y Montaña. Desgraciadamente no puedo mеar sentado porque sería un periscopio invertido, pero admiro tu labor measentadil. Al grano, no sé cómo he llegado aquí pero fíjate en la tía del fondo como hurga en el bote de frijoles para posteriormente hacer una cata olfativa. @Raf.
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